Como Tlacuilo, con una sensación extraña de deslizarme en un sueño, camino por el centro de Azcapotzalco, un trozo de historia urbana en el Norte de la ciudad de México. Mis pasos me conducen por Avenida Azcapotzalco, camino lleno de historia, cultura y emociones únicas que abruman lánguidamente mi mente. La calzada prehispánica tiene su origen en Tacuba y prolonga su extensión hasta el centro vital de la alcaldía misma. Son trazos andados en algún tiempo distinto por el mismo Tezozómoc y Fernando Montes de Oca. Personajes que nos acompañan en cada parte de la vía urbana y que representan momentos singulares del pasado “chintololo”.
La andanza me lleva directamente al Jardín Hidalgo, espacio lleno de historia, lugar consentido y apreciado por los habitantes de la alcaldía. La plaza funcionó, en el México prehispánico, como un mercado de esclavos. Así lo narra Fray Bernardino de Sahagún. Durante las fiestas porfirianas del Centenario de la Independencia, el lugar recibió el nombre de Jardín Hidalgo. Era el momento de la euforia por el logro de la independencia de México. Diversas calles, espacios públicos y plazas de la ciudad de México fueron señalados para llevar honrosamente el nombre de los héroes de la independencia.
Por supuesto, la plaza debería de contar con una figura del héroe de la independencia, por tal motivo, en 1973 fue instalada una estatua de Miguel Hidalgo. La obra fue realizada por Ernesto Tamariz. A partir de esa fecha, el espacio público cobró mayor sentido e identidad, sentimiento que comparten con orgullo sus habitantes.
El Jardín Hidalgo representa un trozo de identidad de los pobladores de Azcapotzalco. En el lugar podemos disfrutar de distintos eventos. Funciona como espacio de clases de baile, para aprender distintos estilos y lucir en las fiestas, o simplemente para encontrar acompañamiento y amistades.
Asimismo, la plaza, que cuenta con un quiosco de cantera y un templete estratégico para los distintos eventos, puede ser ocupada para la manifestación de las diferentes expresiones culturales, políticas y cívicas que reproducen el imaginario subjetivo en la localidad. Plaza de libertades, lugar de expresiones, y sitio de convivencia, espacio público que estimula las relaciones entre los habitantes, insustituible y venerado como sitio único de la alcaldía.
Al caer la tarde, el lugar transforma idealmente el ambiente en un espacio sagrado para la lectura, el apapacho, la convivencia o el deleite sublime de saborear una gelatina, un elote, unos esquites, un helado, o simplemente meditar acerca de la grandeza de Azcapotzalco.
Pero, si la emoción y el calor de la tarde son muy rudos, entonces puedes atravesar la calle y dirigirte a la Cantina La Luna. En el establecimiento que ocupa el primer piso de la construcción, exactamente en Avenida Azcapotzalco 634, podrás deleitarte con distintas bebidas y botanas.
En la Luna, la vista es única. Mientras escuchas tu melodía preferida, y saboreas las botanas, o comes una deliciosa y salvaje torta, puedes mirar la Parroquia, símbolo único de la Alcaldía, el mismo Jardín Hidalgo con la gente que transita por las calles y, al mismo tiempo, percibir el ambiente único del “hormiguero” en que se convierte el centro de la demarcación.
A ras de piso, está precisamente ubicado el Salón Toluca. Exactamente en Jardín Hidalgo 1 y 3A. El establecimiento ofrece variadas bebidas y botanas. Al sitio acuden los parroquianos para disfrutar de momentos únicos de convivencia y armonía. El Salón Toluca permanece como una firma que sobrevivió a la misma pandemia y continúa ofreciendo su servicio a los pobladores del “hormiguero”.
El centro de Azcapotzalco ofrece sorpresas y sitios únicos por su historia y relevancia para la identidad “chintolola”. Caminar por sus calles, y apreciar sus lugares sagrados, permite afirmar el orgullo de vivir en la alcaldía.